—¿Todavía no quieres morir?
—Si, quiero.
—¿Qué estás esperando?
—Conocimiento.


Diálogo entre Antonius Block y la Muerte,
en "El Septimo Sello (1956)" de Ingmar Bergman



Iris a penas y asoma por la ventana. A ella siempre le ha sido muy fácil permanecer en casa, por ello, esta vez, no encontró dificultad en permanecer en auto-cuarentena durante tantos días.

Julián, su primo, le ha dicho que es una exagerada, una paranoica, una alarmista, pero a ella le importan poco o nada los comentarios de éste. Es lo habitual. No hay mucha diferencia en la actitud hacia los comentarios de su primo, el sarcástico, y la que tiene hacia los de otras personas. La única opinión que cuenta es la suya y su instinto.

No es muy difícil permanecer encerrado en una casa con todas las comodidades como la suya: Servicio de televisión por cable con doscientos canales internacionales; red inalámbrica de conexión de Internet de alta velocidad; una envidiable consola de videojuegos; un 'teatro en casa' con proyector y sonido digital, lo último en tecnología; una colección interminable de cd's con música de los 70's, 80's y 90's, las mejores décadas, según su opinión; una videoteca con las mejores películas en DVD; su computador portátil, por si acaso; su iMac de escritorio, o su 'alma gemela', como le gusta decir; un refrigerador saturado de alimentos y bebidas; un mini bar con iluminación; una terraza con vista panorámica y un jacuzzi.

Además, a ella, eso de estar sola siempre le ha parecido una excelente idea. No salir y evitar a cualquier persona que sea posible es una situación deseada, casi ideal, hasta puede ser interpretado como un premio.

Desde el día en que Carmen, su compañera de clase en la universidad, menciono el asunto de la enfermedad, no pudo dormir tranquila.

Ella no es muy dada a ver noticias amarillistas, en realidad, no es muy dada a ningún tipo de noticias. Su tiempo, en general, lo invierte (o gasta) en sus estudios universitarios, en sus libros, en redes sociales, blogs, su iPod, en ver programas antiguos en televisión, en sus películas de culto, en sus notas, en llamadas telefónicas, en el 'chat', en fin, en cualquier cosa, menos en sentarse frente al televisor a ver noticias, pero, esta vez, luego de escuchar los rumores en la universidad, decidió revisar los noticiarios, no los locales, a los que no les tiene ningún tipo de consideración, sino los internacionales, los que tienen 'un poco de decencia' a la hora de contar las cosas, según sus palabras.

Lo que vio, y escucho, no la dejo nada tranquila.

Carmen, y los otros que mencionaron el asunto, no estaban tan equivocados (o locos) como ella había imaginado. Había algo o mucho de certeza en todos los rumores que rondaban la universidad. Entonces, como si alguien activara otra clase de instinto en ella, hizo lo que ni ella misma hubiera imaginado: alarmarse.

Hizo algunas llamadas, mandó algunos correos, tomó las llaves de su auto y salió rápidamente a buscar la farmacia más cercana, luego, se dirigió al supermercado para abastecerse. Después de llenar el tanque de gasolina de su auto, se fue directo a su casa, cerro las puertas y se sentó frente a su computadora a revisar más noticias y datos.

Desde ese día, sólo se asoma por la terraza, pero eso sí, con la boca bien tapada, ya saben, por cualquier estornudo que se le escape, así podrá comprobar ella sola, sin necesidad de un médico, si los síntomas que siente son causados por su imaginación y no por alguna peste negra que ande suelta por allí.

Mientras tanto, de vez en cuando, asoma por la ventana como si se estuviera escondiendo de si misma.