A veces una herida te recuerda que estás vivo.
Es esto el amor, mi estupida muerte, es esto.
¿Cómo explicartelo? Pobrecita, si entendieras esto, estarías viva.

Oliverio a la muerte en "El Lado Oscuro del Corazón"


Se sentaron frente a frente, junto a la cama. Ella parecía emocionada. El se mostraba escéptico y confundido. La habitación estaba oscura, la única lámpara en la habitación estaba apagada. Sólo una tímida luz de luna ingresaba por la ventana. Apenas alcanzaban a distinguirse entre las sombras.

—Te estaba esperando —dijo ella.
—¿Para qué? —respondió él, sin dirigirle la mirada.
—Para abrazarte.
—¿Abrazarme?
—Sí, abrazarte.
—Ilógico ¿No crees?
– ¿Por qué?
– ¿No te das cuenta?
– ¿De qué?
– De lo que has hecho.
—Yo sólo...

Una enfermera que entra sin aviso a la habitación interrumpe el diálogo. Su visita es rutinaria, pues está cumpliendo con su ronda de medianoche. Parece no advertir la presencia de éstos mientras hace el chequeo respectivo. Enciende la lámpara, luego observa al paciente que yace en la cama. Revisa su expediente: Treinta años... parálisis facial... estrés laboral... relajantes... intramuscular... alimentos sólidos...

Mientras lee, la enfermera nota algo extraño: no hay respiración. Le toma la mano para medir su pulso. La derecha, la izquierda... el cuello... intenta encontrarle el pulso, pero nada. Algo está mal. Se acerca a su pecho como para escuchar sus latidos y luego, con desesperación, oprime un botón rojo que está justo encima de la cabecera de la cama. Inmediatamente, un enfermero y un paramédico llegan a la escena. Le abren la bata al paciente. Uno de ellos presiona su pecho con ambas manos. El otro le da respiración artificial. Hay agitación. Nada funciona, a pesar del esfuerzo. Se va, se ha ido.

Todos guardan silencio por unos segundos. Todo ha sido muy rápido.

– Anoté la hora en el expediente. Llamaré al Dr. Mata.

El enfermero y el paramédico salen de la habitación decepcionados, como si hubieran perdido un partido de fútbol. La enfermera le cierra los ojos del difunto y lo cubre con la sábana. Cierra la ventana y se va hacia la puerta a esperar.

Nadie advirtió la presencia de ellos dos, entonces el diálogo se reanuda:

— ¿Ahora, lo ves? —le pregunta en tono de enfado.
— No entiendo. ¿Qué se supone que debo ver?
— Esto... mi cuerpo allí sin mí, sin alma, ¡sin vida!

Mientras le grita se golpea el pecho fuertemente. Ella guarda silencio; su rostro es pálido, casi resplandeciente, hermoso.

— Sólo deseo un abrazo.
— ¡Imposible! —le dice— ¡Nunca!

Se levanta violentamente y sale del lugar por la puerta, como si todavía estuviera usando su cuerpo. Ella se queda sola, observando el cuerpo cubierto por la sábana. La enfermera siente un extraño escalofrío por su cuerpo, como si alguien más estuviera en la habitación observándola, no es la primera vez que le pasa, por ello espera en la puerta y no desea voltear a ver. Luego, llega el Dr. Mata, el paramédico y el enfermero a levantar el informe de muerte.

La muerte, sola nuevamente, abandona la habitación, pensativa. En la habitación de al lado, un joven cuadrapléjico ha escuchado toda la conversación. Con mucho esfuerzo, pues, apenas puede mover sus labios, le dice:

– Sácame de aquí y prometo abrazarte fuertemente.

Esa noche, inexplicablemente, se registraron dos muertes en el Centro de Rehabilitación ubicado en las afueras de la ciudad. Ambas muertes son insospechables e inesperadas. Una involuntaria, un paro cardiaco, y, la otra, voluntaria, de diagnóstico aún desconocido.

***

David E. Alvarado
dear1979©Todos los derechos reservados



Comments (3)

On 4 de junio de 2009, 9:43 , Unknown dijo...

Aveces sin que ella me pida que la abrace me lanzo a sus brazos....... enigmática esa señora, espero que nuestro encuentro no sea tan pronto.

 
On 5 de julio de 2009, 15:44 , Daniel dijo...

Interesante propuesta, un tema recurrente sobre quien es la señora muerte. Bien logrado por supuesto.
Saludos.
Daniel

 
On 6 de julio de 2009, 11:55 , DEARmente dijo...

@ Folósofo: mujer fatal!!!

@ Daniel: Muchas gracias por tu comentario.