Cuando quieras quitarme la vida,
no la quiero para nada,
para nada me sirve sin ti.

Fragmento del bolero "Piensa en mi", de Agustín Lara




La despertó un ruido. Un ruido seco, como si alguien hubiera golpeado su ventana. Abrió sus ojos, pero no se movió ni intentó levantarse. Espero unos momentos, en silencio, para asegurarse que no se estaba confundiendo con alguno de esos ruidos nocturnos que engañan a la gente.

Entonces, nuevamente, se volvió a escuchar el ruido junto a su ventana. Esta vez era claro: Alguien la estaba llamando desde afuera. Era él, otra vez.

— Te dije que no volvieras. No quiero volver a verte.
— No te creo.
— ¡Pues es cierto!

Sus palabras intentaban no pasar la barrera de los susurros para no despertar a nadie. Ambos estaban de pie, frente a frente, a pesar de la distancia. Ella, adentro, desde su habitación. El, afuera, desde la calle. Las palabras se colaban por la ventana minusiosamente hasta sus oídos.

— Te quiero —dijo él.
— Ya no podés, ni debés quererme.
— Pues te quiero.

El aullido indiscreto de un perro vagabundo interrumpió su declaración de golpe, luego el silencio volvio a prepararles la escena.

— Dejame entrar.
— ¡No! ¡No puedo!
— ¿No podés o no querés?
— ¡Terco!

Sentía dentro de sí un cúmulo de emociones encontradas, un cierto enfado como consecuencia de tenerlo allí, enfrente, de nuevo, sin poder hacer nada. Hacía todo lo posible por evitar que sus lágrimas, esas que llevaba escondidas desde aquel día en lo profundo de su alma, no salieran del cristal de sus ojos café. Respiraba profundo con cada palabra que enviaba y recibía.

— No cambiás —le dijo ella, sin evitar sonrojarse.
— No puedo, lo sabés.
— Pero debés, debés intentarlo, debiste intentarlo.
— Te amo.
— Eso no me lo digás ni en broma.
— ¿Por qué?
— Porque no te creo. Además, ya no sirve de nada.

No pudo evitar bajar la mirada al decir esas última palabras. A pesar de todo lo cierto que encerraba su sentencia, no podía evitar sentir lo que sentía. No podía evitar sentir que ese "te amo" le pertenecía a ella únicamente. Por equivocadas o irreales que fueran esas palabras, eran de y para ella solamente.

— Sos un tonto, ¿sabías?
— Me lo has dicho muchas veces.
— ¿Por qué me dejaste?
— Nunca te dejé. ¡Nunca!
— Si, lo hiciste. Prometiste que no me dejarías... dijiste que regresarías... y luego... ¡No te voy a perdonar!
— Regrese.
— No, no lo hiciste.
— Te equivocas, como siempre..
— Me quedé sola, Gabriel. Sin vos, siempre estuve sola. Sin vos... todo es dolor.
— Estoy aquí...
— Pero ya no podes estar.
— ¡Te amo!
— Adiós. No regreses más. El sol está por despertar a todo mundo.

Un gallo desentonado fue el primero en anunciar la madrugada. Luego, los barítonos y los tenores, pero a ellos no les importaba el coro de aves de corral. Un largo silencio les cubrio el resto de las palabras.

Cuando el primer rayo de sol se coló en el horizonte ella cerró sus ojos y él se alejo por donde vino.


***


— ¿Qué te pasa?

Lidia tenía sumergida su mirada en el fondo de una tasa de café ya frío.

— Ha vuelto a venir otra vez —respondió ella.
— ¿Quién?
— El.
— ¿Gabriel?
— Si, Gabriel.
— ¡Maldito irrespetuoso! ¿Qué quería?

Lidia no pudo contestarle con palabras. Enfocó sus ojos tristes en sus ojos, sin decirle nada. Los ojos de él, eran de un color más claro que los suyos, pero más profundos, más intensos. Ahora parecían inquietos, confundidos. Intento calmarse, como pudo. Beso la mano de Lidia, respiró profundo y le dijo:

— No le des mucha importancia, al fin y al cabo, sólo es un muerto.
— Si —respondió ella, con un suspiro y vaciando su mirada en el vacío.

Dolores, la empleada, retiró los platos de la mesa. Entre ellos iban algunas lágrimas.





David E. Alvarado
dear1979©Todos los derechos reservados


***

Comments (1)

On 15 de marzo de 2010, 23:47 , Unknown dijo...

Lo mas difícil volver...
Porque te preguntas??? Aun me espera?